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Entrevista:

31 de Agosto 2023

Rubí, la domadora del “bulldozer”

Tiene 16 años y desde hace 2 desafía a diario los estereotipos sociales

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Rubí Belmares Martínez, reúne las condiciones suficientes para poder romper el paradigma histórico del estereotipo del rol social del género; es mujer, es menor de edad y ¡operadora de maquinaria pesada!

 

Sin miedo a los atavismos tradicionalistas, reta a diario la discriminación que clasifica y define roles basados en viejas creencias y usanzas. Se rehúsa amablemente a su destino social, no confronta, solo sigue el ejemplo del agua blanda y dúctil que con su constancia termina por penetrar la dura roca.

 

Es un día como otros más de los últimos 700 que le han antecedido en su trabajo, bajo el sol, a cielo abierto, es media mañana y no hay promesa de lluvia. El suelo seco refunfuña con polvaredas ante la súbita invasión que lo despoja y desnuda de su epidermis.

 

Una maquina desmonta un área grande de terreno que está en vías de dejar su condición agreste. En el horizonte una amarillenta oruga de metal se mueve de un extremo a otro, bailotea en su paso por las zonas irregulares, es ¡imparable! desplaza arbustos, maleza, todo lo que se atraviese en el camino, su conductora ¡teje con las horas la uniforme alfombra terregosa del progreso!

 

Es un área ubicada a pie del periférico, un polo de desarrollo urbanístico que desplaza a la milenaria naturaleza. Arriba, dirigiendo la mole mecanica, se libra otra batalla en el estrecho espacio que dista entre el volante y las palancas de control, las manos hábiles de una jovencita mandan e imponen condiciones, de forma suave, amable, la rudeza le es ajena, goza hacer el trabajo,  la satisfacción intrínseca le brota a flor de piel.

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La sociedad ha guardado por un momento, para otro tiempo los estériles embates que imponen la cotidianeidad para de cuando en cuando dar paso a lo disruptivo, Rubí es ese espacio distinto, se asume como como un “bulldozer social” que abre paso, desplaza  imposiciones y abre brecha, con la certeza de que un día aplanara la cuesta arriba mental construida de los atavismos que etiquetan, encasillan, ¡discriminan!  

 

El ruido de la mole de metal es ensordecedor, el motor despide un espeso humo negro, vibra, hace ruido que se acompasa con el asincrónico rechinar de los metales de las ruedas que se mueven por su propias ferro vías y avanzan, ¡imposible un dialogo en esas condiciones!

 

La tregua se pacta a señas ¡y se logra un cese al ruido!, el fluido del Diesel se detiene, las más de 22 toneladas del monstruo amarillo hacen una pausa, ¡ni un centímetro más! ¡se vence a la dócil y diestra mano de Rubi, ¡su domadora! La historia la escribe una  jovencita en el trance de la pubertad.

 

Pese a su corta edad, ya es una operadora experimentada de maquinaria pesada, ¡Acaba de cumplir los 16! De ellos dos son de experiencia y adiestramiento, seis diferentes tipos de maquinaria no tienen secretos para ella.

 

Espontanea, saca el rubor natural en sus mejillas, ante la propuesta de una entrevista, acepta, pero no disimula los nervios, son los contrastes de la vida, ¡zapatero a tu zapato! Y ella, ¡ella ya definido el propio!

 

Desde hace dos años, “gracias” a la pandemia se gana la vida haciendo tareas que le aprendió a su padre; es su herencia. La vocación se dio desde temprana edad, prácticamente creció soñándose sobre una máquina. Se le acentuaron las ideas con las sacudidas del camino durante las jornadas de trabajo en las que acompañaba a su progenitor; un operador de maquinaria pesada. Sus sueños se materializan cada vez que desliza cuchillas o entierra un cucharon que remueve toneladas de tierra y vegetación.    

 

Por un momento se enseñorea el silencio del campo, en medio de la nada, ahí donde el imaginario de la trova de Serrat se materializa en la sentencia de; ¡caminante no hay camino, se hace camino al andar!

 

Rubí Belmares Martínez es a simple vista una jovencita como cualquier otra, situada en ese lugar podría hasta pasar como una eventual prófuga de las aulas de una secundaria, pero las apariencias engañan, es en cambio, una operadora de maquinaria pesada.

 

Vierte sus razones de estar ahí, sigue el ejemplo del agua blanda que se amolda a las circunstancias, pero con el tiempo termina penetrando, impregna con sus razones. Sentada frente al duro volante del “bulldozer” y sin mover un solo dedo, sus palabras empiezan a despedazar paradigmas, tabús sociales convertido en estereotipos que enaltecen el rol de género como constructo social de siglos.

 

Es una mujer que no esta en casa, tampoco en las aulas pese a que tiene edad para ser parte de una matrícula escolar. Pese a su minoría de edad, ella ya decidió que quiere hacer de su vida, tiene el apoyo de sus padres. Difumina en su practica la imagen idealizada estampada en la memoria colectiva que ha creado la calca del estereotipo que afirma que, para ser feliz y exitoso, se tiene que iniciar una carrera larga y luego enterrarse en un empleo.

 

En sus palabras en tono apacible, se encierra un reto discreto a las leyes sociales pre establecidas donde se incluye el oficio de la maquinaria pesada. ¡no es común encontrar una jovencita operando la maquinaria pesada, por su naturaleza ruda esta actividad es casi un empleo exclusivo de los varones.

 

Mantiene la delicadeza femenina, sus mejillas conservan el candor de la inocencia, sus respuestas son rápidas, naturales, ¡cándidas impregnadas de sinceridad!

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- ¿Cómo nace la vocación por la operación de la maquinaria pesada?

      - Mi papa es operador y desde pequeña iba con él a su trabajo, me agradaba lo que hacía.

- ¿Fue tu sueño operar maquinaria?

     - ¡Lo estoy viviendo!

     Recuerda como su máxima ilusión de aquellos tiempos era que llegaran las vacaciones y poder ir con su padre a los lugares donde trabajaba. Pasaron los años de la primera infancia y entre el rechinar de los fierros que se friccionan en su andadura por la corteza terrestre, el maullido de los gatos hidráulicos que empujan, carga y mueven, se fue forjando una vocación.

La pandemia no fue una restricción, sino un impulso para el aprendizaje, abrió puertas y generó oportunidades. Mientras las escuelas estaban cerradas, incomunicadas ante el riesgo de los contagios, la tecnología de la comunicación educativa hacia los primeros esfuerzos para hacer viajar el conocimiento en la distancia ayudada por lecciones inanimadas, en contra parte, Rubí no tenía esa asignatura pendiente, ¡se titulaba en “retroexcavadoras”!  vivía su experiencia pandémica, en un tono diametralmente opuesto al escolar; vivencial y emocional.

- ¿Cuándo fue tu debut en la operación de la maquinaria?

      -Durante la pandemia, tenía 14 años, la suspensión de clases ayudó y me fui con mi papa a trabajar, realizaba trabajos con una retroexcavadora en el panteón.

La asignatura inicial fue aprobada con grado de excelencia, lo que le dio derecho a escalar un grado más y entrar a la clase del “bulldozer” del que ahora confiesa era su objetivo y llegó pronto la oportunidad.

¿Qué otra maquina operas?

     -el “Bulldozer”

- ¿Cómo lo aprendiste a operar?

     -En la sierra con mi papa, en los trabajos que le ofrecieron, lejos de Parral, fuimos y ahí logre.

-Remata;

     -En este trabajo, me apasiona sentirme libre; nunca estas en un solo lugar, la necesidad del trabajo te hace viajar, moverte, conocer lugares.

La historia no termina, un contrato los haría retornar a Parral,

      -“En una empresa con mucha maquinaria” -así la describe- ¡era como terminar la instrucción completa! ¡fue una escuela, aprendí de otras máquinas! Hasta llegar a los D-8.

También dice, paso de los sistemas de operación a la mecánica, ambas esta siempre ligada a esos monstruos que a veces “se enferman” y hay que darles tratamiento, volverlos a poner en circulación.    

Los sabores del estereotipo social femenino los ha probado, sin embargo, asegura “no son tragos amargos” apenas aquilatan las papilas de lo que hay que digerir en esta sociedad de roles.

Ante su decisión, confiesa, hubo diferencias de opiniones en su familia, pretendían que siguiera en la escuela, para que después pudiera estar encerrada en una oficina, ¡pero eso no era lo que quería ser! Así empezó la rasgadura del tabú, que, a dos años de distancia, en su caso está totalmente roto.

     -¡No me gusta estar encerradas! A mí me apasiona esto y siempre dije lo que quería hacer. Rete los vaticinios que me presagiaban un fracaso por mi edad y ser mujer, pero eso nunca me importó, siempre mire positivo, pensé; debe haber alguien que me de trabajo y no me equivoque, ¡no me ha faltado!

     Mi padre me ha enseñado todo lo que se y conforme voy subiendo escalón por escalón, buscó aprender otras cosas. Cuando me decían de la escuela, que siguiera, agradecía sus consejos, pero siempre lo he sabido; en el salón es la teoría y ¡aquí la realidad!

     A mis 16, aporto para mi casa y además puedo comprarme lo que necesito o lo que quiero, sin tener que depender de nadie, ¡eso me ha hecho seguir adelante!

 

Se ha convertido en la única en su género dentro de la rama de la maquinaria en la región. 

     -¡Hasta ahora no me he encontrado con otra mujer que haga algo similar…y tampoco los que me contratan, lo sé, porque si no fuera así, no se sorprenderían al verme!

Sintetiza su experiencia y la transforma en un consejo de vida;

     -“Todas las mujeres que tengan un sueño fijo, deben buscarlo, no deben dejarse influir por lo que les digan, enfocarse en lo que quieren ser, lo van a lograr, poco a poco, pero siempre habrá ese encuentro con sus anhelos”    

- ¿Hay limitantes?

     -Puede que un día llegue alguien que diga, ¡esto es para hombres!

- ¿No lo has sufrido?

     -No, pero siento que puede llegar, sobre todo cuando pienso en trabajos en la región serrana, podrían ponerme un límite, incluso por la inseguridad.

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En el terreno que trabaja, lo está emparejando, es más de una hectárea, se alista para hacer una rampa y lograr que entren camiones de volteo. En su expediente de los dos últimos años, están trabajos diversos, como hacer presones, rastreo, abrir caminos, excavaciones, etc.

¿Tienes miedo de un accidente?

     -No -luego corrige- ¡En la zona serrana si, los voladeros son muy grandes!

- ¿y qué haces?

     -Lo borro de mi mente y luego me propongo a hacerlo diciéndome, “lo tengo que pasar” ¡y lo paso!

 

     Recuerdo las enseñanzas de mi papa, el me explicaba y me mostraba como hacerlo, luego, se retiraba, me dejaba sola, era para no ponerme nerviosa, me advertía, ¡ten cuidado con “el pulso” porque si te encajas demás vas a empezar a hacer hoyo, eso me sirvió para saber controlar bien la cuchilla, el pulso y en tanteo es básico para que quede parejo.

 

    Mi papa ante mi inquietud, me apoyo, dijo “vengase mija” y empezamos con la retro, hasta ahora son seis maquinas las que se operar; la retro, la excavadora, el vibro, bulldozer, la pata de cabra...

 

     Si hay descompostura algunas las puedo resolver, sobre todo las mangueras, he estado entrando en la reparación

 

     Agradezco a quienes me han dado la oportunidad de ser parte de su equipo pese a ser menor de edad y mujer, se han arriesgado, no hay precedentes.

 

     Sin embargo, debo decirlo, los hombres nunca me han hecho sentir mal por ser mujer, no me han hecho menos ni menospreciado, al contrario, me han impulsado, porque es algo nunca visto y me alientan para salir adelante.

 

Y así como parafraseando a Antonio Machado retorna a su tarea, a su sueño hecho realidad ¡a seguir haciendo camino al andar…!

 

Caminante, son tus huellas el camino, y nada más; caminante, no hay camino, ¡se hace camino al andar!

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