DICHO POR ROCHA

Volé 2 mil 554 metros por las chihuahuenses Barrancas del Cobre en una tirolesa tipo columpio, alcanzando la velocidad de 135 kilómetros por hora, excitantes minutos para admirar desde el aire las fallas geológicas producto de la actividad tectónica de hace 40 millones de años, distinguiendo hasta el fondo el río Urique o Barranco, con valor exento de vértigo o acrofobia. 

La experiencia extrema, de adrenalina pura, no fue óbice para admirar las mesetas cubiertas por extensos bosques donde predominan pinos, encinos, álamos, táscates, alisos y madroños, admirable zona agreste donde se encuentran osos negros, pumas, venados cola blanca, jabalíes, mapaches, zorros, águilas reales, halcones, pájaros carpinteros y colibríes.

Las Barrancas del Cobre, conectadas con las de Tararécua, Batopilas, Urique y Sinforosa son parte del sistema de barrancas más grande del mundo, espacios donde vive la etnia Rarámuri o “pies ligeros” desde hace más de mil años, tarahumaras distinguidos como corredores de fondo, tal como Lorena Ramírez, orgullo de Rejocochi, Chihuahua, “huarache veloz”.