José Guadalupe Rocha Esparza

Cuadragésimos amigos se encuentran para elegir donde comer juntos. Deciden reunirse en el Casino de Parral, porque las camareras son afables, amables, agraciadas y agradables. Los ahora quincuagésimos amigos vuelven a preguntarse donde comer y eligen el Casino de Parral, por las buenísimas enchiladas y magnífica carta de vinos del país e importados.

Sexagésimos y septuagésimos amigos coinciden de nuevo, preguntándose dónde juntarse para comer una crema de chipotle con nuez y pierna de puerco con chilaca o en chile pasado, optando por el Casino de Parral, dado que el lugar, sobre la calle Mercaderes, antes Maclovio Herrera, tiene acceso para personas con movilidad limitada, incluso un flamante elevador.

Octogésimos amigos se reencuentran, interrogándose para decidir el lugar ad hoc para comer y por unanimidad deciden en el Casino de Parral, aplaudiendo la brillante idea porque afirman que nunca han comido en ese lugar. Moraleja: Viva la amistad entre los amigos, sin importar el deterioro físico y/o cognitivo, degenerativo o vascular. Regalo divino son los amigos.