Héctor Chávez Duran

En la última década, el municipio de Parral, Chihuahua, ha sido testigo de un desolador espectáculo de poder sin límites. Alfredo "El Caballo" Lozoya, quien gobernó durante dos periodos y extendió su influencia mediante títeres en el poder, ha sido señalado como un auténtico tirano que gobierna con puño de hierro y actúa sin escrúpulos. Su nombre se ha convertido en sinónimo de impunidad, corrupción y violencia.

El reciente incidente en el Lienzo Charro, donde tres policías municipales, sus fieles perros de presa, agredieron brutalmente a un hijo del ex candidato del PRI, es solo el último capítulo de una serie de actos que demuestran su indiferencia ante la ley y la justicia. El modus operandi de Lozoya parece ser intimidar y silenciar a cualquier voz que se oponga a su reinado, dejando un rastro de miedo y desesperanza en la comunidad.

No es sorprendente que Lozoya haya hecho un tejido de corrupción alrededor de sí mismo, favoreciendo a sus allegados y monopolizando negocios, como el de las constructoras, para mantener un control absoluto sobre la economía local. Esta concentración de poder ha creado un ambiente tóxico en el que los comerciantes se sienten amenazados y vulnerables, sin ninguna esperanza de competir en un juego amañado.

La presencia de una patrulla municipal como escolta personal es un insulto a la integridad de las instituciones democráticas y muestra cómo ha secuestrado el aparato gubernamental para perpetuar su mandato oscuro. Se escuda en el poder que alguna vez detentó para evadir las consecuencias de sus acciones, con una impunidad que hiere a la justicia y alimenta el descontento ciudadano.

Es preocupante que, a pesar de las denuncias presentadas en su contra, Lozoya continúe sin enfrentar consecuencias reales. La falta de una respuesta efectiva de las autoridades solo fortalece la percepción de que algunos líderes están por encima de la ley. Esta impunidad no solo afecta a la víctima directa, sino que corroe la confianza en la institucionalidad, dejando un sabor amargo de desesperanza y desigualdad.

Es hora de que los ciudadanos y las instituciones se unan para poner fin a la tiranía y la corrupción que han dominado Parral durante demasiado tiempo. Se debe velar por la transparencia en el gobierno y garantizar que aquellos que abusan de su poder enfrenten las consecuencias de sus acciones. Solo entonces se podrá restaurar la fe en un futuro más justo y equitativo para la comunidad.

En conclusión, Alfredo "El Caballo" Lozoya representa un oscuro capítulo en la historia de Parral, donde la impunidad y la corrupción han florecido bajo su mandato. Es urgente que la sociedad exija un cambio real, una transformación que ponga fin al reinado de la opresión y restablezca la justicia y la democracia. Solo entonces, podremos mirar hacia adelante con esperanza y confianza en un futuro mejor para nuestra querida localidad.

Lic. Héctor Chávez