Jesús Francisco Luján Vázquez

La democracia, según reza la teoría, es un tipo de organización del Estado en el que las decisiones fundamentales son tomadas por el Pueblo, siendo él, quien tiene el poder y lo delega a una persona o personas que considere dignas para ese encargo.

En los días que corren, muchos políticos e individuos de todos los matices se autoproclaman defensores e intransigentes “luchadores” por la democracia, gritan y se desgañitan ante la posibilidad de que una vez más, quienes ejerzan el poder el próximo sexenio, sean los mismos que hoy lo detentan, los mismos políticos mañosos enriquecidos bajo la sombra del poder y duchos en componendas, triquiñuelas y maromas.

Aquí, cabe señalar y destacar que, en una sociedad como la nuestra el poder real lo da o bien el dinero o el control que se tenga sobre grupos de personas, mientras mas numerosas mejor, no por nada, López Obrador amplio los beneficiarios de los programas del bienestar.

Tan es así, que, los personeros propuestos para ocupar un puesto en las futuras elecciones son o fueron lideres sindicales o funcionarios que han comprado la imagen y simpatizantes con recursos públicos o grandes empresarios y comerciantes con suficiente dinero para pagar su inclusión electoral. Esta es la forma y no otra como se escogen en todos los partidos políticos los candidatos a gobernadores, senadores, diputados etc.  Aunque, últimamente se han agregado otros ingredientes que se suman a los dos señalados, la famosa lealtad que no es otra cosa que la perdida de toda dignidad y decoro (90% lealtad y 10% conocimientos) y la famosa tómbola, que los “revolucionarios” de Morena la introdujeron como un método “democrático” más efectivo e innovador para sustituir al pueblo mismo, quien, sé supone, debería realmente evaluar y escoger en quien delegara el poder en el sexenio venidero.

Por lo antes expuesto, habría que acotar que los partidos políticos por muy perfectos y evolucionados que sean, siempre son elites, grupos de elegidos y por lo mismo conllevarán la selección y marginación de las grandes masas de obreros y trabajadores a quienes los partidos solo les reservan el papel de aplaudidores  y de masa votante a la hora de bendecir y de consagrar los puestos de poder previamente palomeados y autorizados por la burocracia enquistada en la dirección de los partidos y el presidente en turno.

Así que, la tómbola por mas “revolucionaria” que nos la quieran presentar, no es otra cosa que una burla al pueblo para santificar la decisión de López Obrador y dar la apariencia “democrática” y así, enmascarar su totalitarismo.

La verdadera democracia, la democracia del futuro, no consistirá en el perfeccionamiento y proliferación de los partidos, sino en la organización total del pueblo trabajador, que, con los organismos surgidos en su seno, de su iniciativa, genuinos y representativos deberá sustituirlos y hacerse con el poder.