Erik Jurado

Una Utopía es un lugar no existente, el espacio sin ubicación en la realidad, empero; una utopía no es una fantasía, es  la proyección mental de una realidad posible, pero factualmente inalcanzable.

Las utopías fueron por mucho tiempo preocupación de las grandes mentes, el pensamiento humano configuraba escenarios perfectos que servían de guía para las sociedades desorientadas y el anhelo de los pueblos por buscar escenarios más justos.

Platón, probablemente, fue el primero en visualizar una sociedad perfecta, con un orden mayúsculo que se alineaba a las ideas universales. En su tratado de la república, Platón bosqueja una organización humana que procura la trascendencia de los individuos en un orden social sistemáticamente estructurado.

A lo largo de la historia, sobre todo en momentos clave, pensadores importantes construyeron sus propias versiones de la sociedad perfecta, mismas que en mucho empataban pues aludían a los más altos deseos y valores de la humanidad.

Toda ideología política contiene de fondo una construcción utópica. Las utopías fomentan el anhelo humano de una mejor sociedad y orientan las luchas políticas.

Hoy, la humanidad atraviesa por el eclipse de las utopías. Los conceptos ideales han sido suplantados por proyectos administrativos y los fines trascendentales por agendas sociales.

Nos encontramos en un momento eje, en el que probablemente no hemos logrado sustituir la visión utópica por algo igualmente digno.

La utopías están eclipsadas, y con ello los proyectos políticos han entrado en una lúgubre momento en el que todo es demasiado concreto.

La visión humana se ha distorsionado y se concreta hoy, a la búsqueda de los bienes materiales para el líder y el pueblo, cada uno está persiguiendo bienes económicos, pero no piensan en búsquedas espirituales ni morales.

Skinner probablemente fue uno de los últimos que trató de trazar una visión utópica, con su construcción de la sociedad científicamente dirigida en Walden dos. Pero hoy incluso esas ideas que integran una cosmovisión tangible y basada en la evidencia, parecen distantes ante las pobres ideas que dominan nuestro contexto político.

Una nueva política está latente, esperando a las mentes que puedan re configurar utopías, pero para ello se debe tener un profundo conocimiento de la historia, la filosofía y un sentido corazón que pueda palpitar al ritmo de la humanidad.

Las mentes que configuren esa visión tendrán que superar el hartazgo y la monotonía del tiempo actual, una tarea complicada, pero que vale la pena, pues en ella se esconde la siguiente etapa de la humanidad.