El cantinero
21 de diciembre de 2024
DICHO POR ROCHA
José Guadalupe Rocha Esparza
Los parroquianos se refugian en la acogedora barra de un bar, chiscón, fonda, taberna, figón, tasca o cantina, no solo para beber, sino un espacio ritual, recinto donde el cantinero, psiquiatra de los pobres, decía Rius -como confesor y compañero fugaz- ejerce una función terapéutica que facilita la introspección, un intercambio entre copas y confesiones.
El cantinero, barman o camarero facilita enterrar las penas al compás de los tragos; inyecta dosis de humor o anécdota para aliviar la tensión; crea una atmósfera única y entretenida, ingenio y chispa que generan complicidad. Su rol va más allá de la mera preparación de los farolazos: es el mediador entre el caos interno del cliente y un momento de recreo.
El cantinero encarna la figura del chamán urbano, aquel que, sin juicios ni preguntas innecesarias, escucha, comprende y aconseja. Recuerda nombres, chistes y remedia corazones entre brebajes, miradas, sonrisas y gestos. Tiene la gracia de la espontaneidad humana, conversación ligera o silencio cómplice, capaz de hazañas detrás de un tequila doble.