José Guadalupe Rocha Esparza

Cada 22 de diciembre, La Novia de Culiacán, Sinaloa, es una pasarela que guarda profundo arraigo entre los culichis desde hace más de setenta años refiriéndose a Lupita Leyva Flores, una misionera convertida en leyenda al vestirse de blanco para acudir a la primera misa del día en la Catedral de Culiacán y deambular por las calles para recuperar los valores perdidos. 

María Romero la resignificó para celebrar la memoria histórica de la ciudad, recreando su recorrido con mujeres ataviadas de largo vestido blanco, tocado de novia, crucifijo sobre el pecho y lentes, féminas con diferentes historias de vida que protagonizan sus propias misiones de paz, feministas, madres que buscan a sus hijos desaparecidos, asesinados o feminicidios. 

Las novias culichis llevan ahora moños negros que representan el luto que vive la ciudad por la narcopandemia, heroínas que salen de su encierro para honrar a la mujer sinaloense, profesionistas, poetas, amas de casa, artistas. Acompañadas con tubas, trombones y tamboras, porque les da su chingada gana, enfatizan: ni buchonas, ni Reinas del sur. ¡Somos Culiacán!