Erik Jurado

No tengo claro si el mexicano es amante del dolor, o solo del abuso presidencial. No he vivido tantos años en comparación de mis maestros y los más sabios, pero ya me ha tocado ver un desfile de sin sentidos, que aún no puedo explicarme de forma más o menos consistente ¿por qué sucedieron? Más aun, ¿Por qué los permitimos? Varios de ellos tienen que ver con el gobierno y sus extravagancias, y cada vez se aferra más a mi cabeza, la idea de que el mexicano es una especie de masoquista político.

Esta idea está fundada en aquel presidente municipal que dijo que robó nomas poquito, en el presidente de la república que organizó una matanza y todo siguió igual, en el que compró toallas de varios millones, en los gobernadores que saquearon sus Estados y otros tantos ejemplos con los que duelen los ojos de su sola lectura, pero que nada pasó con ellos, y que la ley apenas si los tocó.

Pero hoy a la cabeza de la nación tenemos a un hombre que ha rebasado todos los limites, que pasado por encima de la ley y que utiliza la palestra para seguir haciendo campaña, e incluso para dar persecución a sus adversarios.

Personalmente el caso de lo sucedido con Carlos Loret de Mola, me parece muy grave, además de algo que no debería haber pasado nunca y que por supuesto no se puede repetir.

¿Por qué un presidente de la republica puede arremeter de forma tan directa contra un ciudadano a escala nacional en todos los medios? Independientemente de la profesión, actividad, filias partidistas o equipos políticos, un presidente de la república no se podría lanzar en contra de un ciudadano como lo hizo el presente a escala nacional.

Existe una relación asimétrica muy fuerte entre quien porta la embestidura presidencial y cualquier otro individuo de este país, independientemente si es políticamente poderoso o económicamente bien ponderado. El presidente es quien está encargado de la protección de todos y cada uno de los mexicanos, es quien preside la máxima posición política del país, y obviamente que en un evento comunicativo presenciado a nivel nacional no puede exhibir ni golpear a ninguno de los ciudadanos que ha jurado defender.

Envuelto en todo un problema de corrupción y desvíos millonarios, el presidente elije mal su batalla, pues nunca podrá ser en contra de una persona en lo particular, sino con las malas prácticas y formas en que se gestan en la sociedad.

Creo que todos debemos ser empáticos y claros en este punto, y que nunca más pueda un servidor público ir a la caza de un ciudadano de forma abierta y deliberada, y menos por cuestiones políticas o de pensamiento. La libertad de expresión debe cuidarse y ponderarse como una de las grandes victorias de la democracia moderna y una conquista que debe vigilarse.

Todos debemos tener una postura firme, e independientemente del agrado con el presidente y sus ideas, proyecto político o visión de futuro, no podremos estar de acuerdo en lo sucedido, amigo lector, nadie, ninguno de nosotros debería defender un acto como el acaecido, pues ello es el primer paso hacia prácticas más turbias.