Jesús Francisco Luján Vásquez

En estos 5 años del sexenio de López Obrador como presidente de México ha quedado más que claro que su triunfo arrollador ( 30 millones de votos ), el pueblo con esa votación le dio a AMLO y a ciertos sectores de la izquierda tradicional, sobre todo a los mas dogmáticos, sectarios y recalcitrantes la impresión de que el pueblo convalidaba sus actitudes arribistas, deshonestas y prepotentes e insensibles, mas seguros de si mismos y menos dispuestos a revisar sus puntos de vista y a considerar opiniones distintas a las suyas.

He aquí dos ejemplos que ilustran lo anterior.

López Obrador, antes de ser ungido con la banda presidencial decreto en forma por demás burda la suspensión de la construcción del nuevo aeropuerto de Texcoco, acto totalitario que dejo una deuda del orden de los 300 mil millones que aun se siguen pagando con el impuesto que se cobra (TUA) en el aeropuerto de la Cd de México, recurso que debería ser destinado para darle mantenimiento. Esa prepotencia también se vio reflejada muy claramente cuando el presidente declaro sin recato alguno y públicamente que el ordeno la liberación de Ovidio Guzmán, que había sido detenido por el ejercito en cumplimiento de una orden de extradición, no le importo, que eso sea un acto violatorio a la constitución general de la república y que constituye un flagrante delito que amerita ser enjuiciado por traición a la patria.

El perdedor indiscutible como se ve en lo expuesto hasta aquí en la nueva distribución del poder, fue el pueblo llano, el pueblo sin partido que voto por ellos y esto es así, por que en los hechos quien avanzo no fue la masa sino el partido de Morena que no es lo mismo.

En consecuencia, no es aventurado ni irresponsable a estas alturas del gobierno de López Obrador, decir que la orientación de la votación en 2018 no fue fruto de una preferencia consciente, firme, razonada por la masa, sino un acto reflejo producto de la inconformidad y de la insatisfacción que prevalecía en grandes sectores de nuestro país y peor aun cuando el propio López Obrador reconoce que la votación recibida por morena fue, es, y será de los sectores menos politizados y que por lo tanto creyó, que haciéndolo por Morena sus problemas se resolverían como por arte de magia.

La terca realidad le ha demostrado al pueblo que eso no fue posible. Hoy el gobierno de López Obrador y Morena solo tienen para presumir sus obras faraónicas inconclusas que no servirán al pueblo pobre y las dadivas electorales en efectivo que otrora criticaba tanto el presidente cuando era oposición; pero en crecimiento económico, salud, seguridad, educación, disminución de la deuda pública, de la pobreza y de la corrupción, no solo nos han quedado a deber, sino que en algunos aspectos se quedó estancado el país y en otros francamente hay un evidente retroceso.

La recapitulación anterior viene a mientes ahora que se inician las campañas electorales. Y ahora como antes, ningún partido político empezando por Morena y terminando con la Alianza Opositora sin excepción alguna han presentado un verdadero programa de gobierno claro, preciso, detallado, perfectible y realista que informe a la gente a fondo, acerca de lo que cada uno piensa hacer para atacar y resolver los grandes y graves problemas que aquejan a las grandes masas de trabajadores en particular y en general a todo el pueblo de México en caso de continuar o de llegar al poder. En lugar de ello, los de Morena solo sirven como caja de resonancia y repiten como perico lo que se dice y propone en la Mañanera, mientras que la Alianza Opositora simplemente ha adoptado una actitud critica contestataria a los dichos de Morena.

Los mexicanos ya no pueden ni deben dejarse engañar con palabras huecas y mentiras disfrazadas y menos con promesas imposibles de cumplir como lo han hecho siempre.