Mtro. Gerardo Medina Vázquez

La conmemoración del día del niño tiene su origen en el remoto 20 de noviembre de 1959, en el preámbulo de la Declaración de los Derechos del Niño, las naciones del mundo consideraron pertinente establecer los medios de protección necesarios para impedir que ningún niño o niña sufriera algún tipo de maltrato, sin embargo, no fue hasta el 30 de abril de 1924, que quedó Instaurado en nuestro país dicha celebración.

Durante esta fecha, las aulas de las escuelas, se transforman en salones de fiestas; los pupitres dejan de servir de apoyo a los libros de texto y útiles escolares para dar paso a pizza, pastel y caramelos; los trabajos escolares, las tareas y las matemáticas dejan de ser el centro de atención y su lugar es sustituido por juegos, piñatas y risas.

En la casa los pequeños son felicitados; otros más tienen la dicha de comer su platillo favorito en algún restaurante acompañado del postre de su elección; algunos más afortunados, reciben juguetes, consolas y hasta viajes; pero solo aquellos que son bendecidos, tienen la fortuna de recibir un abrazo de cariño sincero, afecto, comprensión, tiempo y amor de parte de sus seres queridos.

Lamentablemente no todo es felicidad, cómo Abogado, en el ejercicio de mi profesión me he encontrado con historias tristes, desgarradoras y otras tantas que muchos consideren improbables o sacados de la mente retorcida de un escritor de novelas de terror.

Padres negando a sus hijos, dejándolos en el olvido; madres privando de las convivencias a sus vástagos con su padre por la simple lucha de poderes; padres sin escrúpulos que piensan que el negar una pensión a sus hijos o dar una menor a la que les corresponde los hace victoriosos ante sus intereses particulares y mezquinos, sin saber que los únicos perjudicados son los menores.

Descendiendo niveles al infierno, nos encontramos a progenitores que basando su educación en una infundada bestialidad, corrigen a sus hijos sembrando el terror y los golpes, que más allá de dejar hematomas, raspones o cicatrices, les dejarán marcada el alma de por vida; padres que con la justificación de "formar" a un niño, lo dejan encerrado en completa soledad con la única compañía de una lámpara de baterías y una pequeña manta de su personaje de dibujos animados preferido.

Llegando al infierno, tenemos personas que cometen abusos sexuales o violaciones en contra de menores y que en muchas ocasiones prefieren  privarlos de la vida ante el temor de una denuncia o señalamiento.

Sin lugar a dudas, hablar con un niño que fue violentado de esta manera han sido de las peores experiencias que he tenido que experimentar, peor aún cuando sus demás familiares no le creen.

Mas inexplicable fue para mí observar el sonido del silencio, ese sonido que carcome los oídos y el cerebro de la persona que no es capaz de abrir la boca por complicidad, encubrimiento o temor al estar sumida en un círculo de violencia por el agresor primario, aquella persona que sabe los alcances siniestros y destructivos de un hijo, un esposo, un padre, un maestro o cualquier otra persona que tenga un contacto lacerante con un menor y opte por el silencio en lugar de la justicia.

Este día,  los que tenemos la dicha de tener un niño o niña en casa, podemos brindarle un día diferente, que disfrute a medida de las posibilidades de nuestro tiempo, pero el resto de los días debemos intentar ser el adulto que nosotros necesitamos cuando éramos niños, hoy podemos optar por ser luz en la vida de un menor y no dejarlos en las tinieblas de proteger lo más sagrado que tenemos puesto que serán el futuro de la humanidad...

Gerardo Medina Vázquez.