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Reportaje 
Derecho a la salud; la insaldable deuda social que nos condena      (1/2)

8 de Agosto del 2024

Denigrante operación del quirófano del Hospital General de Parral

El nosocomio adolece también de medicamentos, equipo, material y mantenimiento.

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​En pésimas y denigrantes condiciones esta la operación del servicio médico del hospital general de Parral; agoniza, requiere de cirugía mayor, sufre de obsolescencia y abandono en sus instalaciones. El equipamiento muestra bajos niveles en los parámetros de medicamento y material. El quirófano tiene alto grado de riesgo de contaminación ante la ausencia de mantenimiento.
Pese a que acceder a la salud está inscrito como un derecho consagrado en el artículo cuarto de la constitución política de México, la obligación señalada para los gobiernos federal  y estatal esta inconclusa. Institucionalmente no se proveen los recursos necesarios para la operación del sistema en niéveles promedio, ¡la excelencia no existe! pero si los casos extremos como el del hospital de Parral que está a muy cerca de llegar a ser letra muerta.
Desde el periodo de la pandemia, la situación no se ha podido componer en el hospital general, por el contrario, va en caída libre. En tiempos del COVID 19, el nosocomio fue el que más índice de mortalidad mantuvo en el estado.
Los escases de medicamentos ha sido la constante; lo era antes y ahora se ha agudizado aún más. Las instalaciones y equipo médico se han visto reducidos a su mínima expresión, limitando la capacidad de atención del hospital más importante del sur del estado de Chihuahua y del norte de Durango.

 

Las letras de las leyes lejos de la realidad en el acceso a la salud.

Aspirar a un servicio médico de calidad aquí es casi ¡misión imposible! No son pocos los familiares de pacientes que pueden contar su historia de ello; “tienes que adquirir la mayor parte de las recetas por fuera, aquí no hay, si tienes dinero, ¡sales del problema! Si no, pues…” es el testimonio de Alberto, uno de esos casos de los que hay muchos, prefiere no ser identificado, está en el exterior del hospital para seguir consumiendo un coctel de desesperación y desilusión que es su único suministro desde hace días, lo empuja a pausas con bocanadas de humo que extrae de su cigarro ante su realidad familiar.
Los casos de pacientes de escasos recursos y de extrema pobreza se quedan a la deriva o se dejan a la buena voluntad del mismo personal quien en no pocas ocasiones se solidariza ya sea aportando, gestionando o bien con el altruismo de familiares de otros pacientes que conocen las historias y se solidarizan logrando paliar la difícil situación que enfrentan los enfermos de precarias condiciones durante la estancia en ese hospital general.
Esas vivencias son un contrasentido a lo dispuesto en el artículo cuarto constitucional que en su tercer párrafo dice; “Toda Persona tiene derecho a la protección de la salud. La Ley definirá las bases y modalidades para el acceso a los servicios de salud y establecerá la concurrencia de la Federación y las entidades federativas en materia de salubridad general, conforme a lo que dispone la fracción XVI del artículo 73 de esta Constitución. La Ley definirá un sistema de salud para el bienestar, con el fin de garantizar la extensión progresiva, cuantitativa y cualitativa de los servicios de salud para la atención integral y gratuita de las personas que no cuenten con seguridad social.”
Tampoco se honra lo que la ley federal de salud señala en su artículo 2 donde hace referencia al derecho a la protección de la salud y su finalidad, en especial al apartado II; “La prolongación y mejoramiento de la calidad de la vida humana” una línea escrita con buena voluntad y poca coherencia presupuestal.
El apartado V de ese mismo artículo suena a burla cuando se hace referencia a este derecho como; “El disfrute de servicios de salud y de asistencia social que satisfagan eficaz y oportunamente las necesidades de la población. Tratándose de personas que carezcan de seguridad social, la prestación gratuita de servicios de salud, medicamentos y demás insumos asociados”
Las historias que aquí se cuentan están muy alejadas de este discurso inscrito en la ley que solo es enunciativa dado que no da acción de salida en caso de que se incumpla.

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Testimonio de desesperación e impotencia
Es tarde y en el cuarto del hospital que le fue asignado al paciente hay poco optimismo, se les ve en las caras, mirando al suelo como buscando una salida, las condiciones del enfermo no plantean un buen panorama, aquí la familia tiene que hacer todo siempre; gestionar la atención, los medicamentos, las guardias, etc.
Es otro paciente, Daniel, su nombre de identificación, no está en condiciones de hablar, a él le toca padecer y a sus familiares llevar la carga de la salud, han solicitado apoyo a la dirección del hospital general pero no llega en la suficiencia, ¡la lucha vital se puede perder! Necesitan refuerzos, ¡lo mínimo! entonces deciden sacarlo, buscar atención medica particular, es la única opción de sobrevivencia.
Es un caso con complicaciones mayores por eso mantiene en vilo a la familia, el enfermo se agrava, es una infección grave, los avances no son favorables y además del trato del facultativo, se requieren las armas de los medicamentos, ¡pero no los hay!
“Ingreso hace dos días, lo han atendido pero las expectativas no son buenas, se puede decir que esta peor que cuando llegamos, no vemos por donde tengamos un buen resultado, sin medicamento y con atención medica reducida en alcance” confía uno de los familiares en platica informal, pero no esta interesado en dar mas datos, ni revelar la identidad, por lo pronto se requiere toda la ayuda posible y esa es la prioridad, después ya se verá.
Al día siguiente la familia decidió enfrentar la situación ¡cueste lo que cueste! Es la única opción, le apuestan el resto, todos los recursos en favor de que recupere su salud, ¡decidieron trasladarlo a un hospital particular; quieren vivo a su ser querido, aunque la deuda quede.
Los casos graves parecen justificar la capacidad rebasada, pero también los menos graves ejemplifican la desorganización hasta el punto de método primitivos de atención.
“El personal médico se esfuerza, pero con eso no es suficiente – dice el familiar de una persona que fue programado para tener una operación de un brazo- es una fractura sencilla, pero hay saturación y burocratismo en la atención, para tener la intervención quirúrgica deberá formar fila -así, literal, desde la cama del hospital esperaría su turno-” recordando la época ochentera cuando había que formarse para poder comprar tortillas, el monopolio imperante marcaba las condiciones.
Ingresó un jueves y lo operaron a casi una semana después. Se tuvo que quedar todo el fin de semana, no podía salir pese a que era una fractura sencilla que no ameritaba hospitalización, si se iba a casa perdía su lugar, durante varios días debió ocupar una cama para poder asegurar su turno en el quirófano.
Estos son algunos de los muchos testimonios que se escuchan en el hospital general de sesenta camas construido en un estilo modernista durante el sexenio de Reyes Baeza Terrazas cuyo diseño arquitectónico fue desarrollado por el despacho del arquitecto Alberto Kalach, el mismo que proyectó la biblioteca José Vasconcelos en el sexenio de Vicente Fox. Se esperaba más, pero desde entonces siempre ha ido a menos.

 

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El Quirófano, obsoleto, descuidado y sin mantenimiento
La evidencia más representativa de las pésimas condiciones en las que opera el hospital es seguramente el quirófano, imposible pasar por alto lo que ahí pasa o lo que se encuentra y es necesario. Es difícil tapar el sol con un dedo o parchar con la omisión las fallas que merman la salud y cuestan vidas.
La descripción a bote pronto de las condiciones es que no hay asepsia a toda prueba, el riesgo puede llegar por el aire, los filtros no se tiene la certeza de en qué condiciones se encuentra, el hueco donde antes había una rejilla está abierto, denunciando el olvido, señala uno de los médicos que al igual que los pacientes, opta por la discreción en la identidad, el sindicato y la parte oficial son uno mismo y ¡son implacables! En la persecución y hostigamiento.
El mantenimiento es poco, personal si hay, recursos económicos y materiales no. La mesa de operaciones muestra rasgos de oxidación, en tanto que los “tripies” para sueros y soluciones han sido "momificados" en cinta blanca para exhibirlos, no a la posteridad, si para perpetuarlos en el eterno presente que de tantos ayeres acumulados ha oxidado la cinta hasta marcarle la pátina del tiempo en un tono café vintage.
La asepsia esta inconclusa, no en la faena humana, si en cambio en los factores de riesgo, así podría sintetizarse la condición en la que el quirófano es usado para mantener “la salud” de los pacientes. “El personal médico se esfuerza, pero con eso no es suficiente - confió el familiar de una persona que fue programado para tener una operación del brazo"-
No existe quien sancione las condiciones en que operan los médicos, tampoco hay muestras de una intervención de los órganos de regulación sanitaria estatal o federal que aplican todo el rigor a los consultorios y clínicas particulares y se muestran laxos y omisos con los de la salud pública.
Las gráficas lo cuentan todo, hablan en silencio. El piso es irregular a un lado de la mesa operaciones la cerámica está quebrado desde hace tiempo, no ha sido reemplazada convirtiendola en un recoveco idóneo para albergar agentes contaminantes como bacterias, se ubica justo donde los médicos están de pie al momento de realizar los procedimientos.
La mesa de quirófano da cuenta de los cientos, ¡miles! De batallas libradas, la oxidación y descarapele han sido las cicatrices de guerra de más de 20 años de uso rudo, ¡urge una renovación!
Los "tripies" de donde penden los sueros y otras sustancias que le suministran al paciente durante la operación, sucumbió con el paso del tiempo y uso intensivo, literalmente ¡se quebraron! Sin embargo, decidieron llevarlos a la inmortalidad, ¡los “momificaron” para mantenerlos en función! Gracias a la milagrosa y pegante cinta adhesiva blanca siguen de pie, ahora son de color café y hacen juego estético con el óxido que deteriora el resto del equipo de apoyo.
Las conexiones para aparatos eléctricos y de reanimación que son parte del complemento de la actividad quirúrgica hace tiempo se dieron por vencidos. El equipo de mantenimiento decidió hacer explicito lo obvio y clausuraron con la misma mágica cinta blanca los tomacorrientes, escribiendo sobre ese lienzo el epitafio; “no funciona” previendo alguna confusión del personal médico tratante que pudiera conectarse creyendo cándidamente que si está fluyendo energía. Hace tiempo no dan servicio y no se han sustituido ¡el tiempo no perdona! Todo tiene su fecha de caducidad.
La rejilla del retorno del aire acondicionado que se ubica en el quirófano simplemente desapareció, muestra una oquedad dejando entrar las bocanadas de aire que deben pasar por un filtro que no se tiene la certeza de que si funciona.
El almacén del quirófano esta limitado, no tiene lo básico, son varios los anaqueles que permanecen vacíos, bajo estos solo queda la sustancia activa ausente, ¡no hay! Ni para remedio.
La ropa quirúrgica es una historia similar, ya no se recuperó, es un artículo extinto, simplemente ¡no hay! Son los mismos trabajadores quienes se deben auto suministrar lo necesario para hacer su trabajo, al ser de su propiedad se la llevan a casa para lavarla y con ello también el riesgo de un contagio ya que hay procesos quirúrgicos con alto grado de contaminación.
Es así, como en el día a día se escriben las historias de salud en el hospital general de Parral, ese que es la antítesis de los de Dinamarca, aunque seguramente que las autoridades hospitalarias y sindicales atemperaran esta realidad siguiendo la directriz del clásico del presidente; ¡tienen otros datos! Desafortunadamente nuestra realidad ya nos alcanzó y cobra factura en trastornos de la salud y vidas humanas. Al tratar de ubicar respuesta a las evidencias fotográficas y testimonios, no hubo eco en la dirección del hospital, se burocratizó la atención pidiendo un cuestionario, el que se envió, igual, el tiempo transcurrió sin respuestas ante lo evidente e injustificable.

 

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