Crónica:
18 de Noviembre 2021
Reunión cumbre en la necrópolis; Crónica de un conversatorio nocturno de mucha mortaja y hueso
Platicando con los muertos; una ventana cultural a la historia de los que se fueron pero aquí siguen.
¡Hay vivos que se confunden con los muertos y muertos que se pasan de vivos! diálogos, pasajes históricos, biografías de personajes, así es la ambientación de una fría noche de noviembre que dio vida a “platicando con los muertos”, la expedición necrológica anual al panteón de Dolores que a paso lento se consolida como patrimonio intangible al honrar la tradición de venerar a los fieles difuntos.
“Si en un Parral de la vieja España nació mi padre, yo seré el padre de otro Parral, que hoy nace en la Nueva España”. Así inicia la disputa verbal del mas allá entre el alférez Juan Rangel de Biesma, oficialmente reconocido como el fundador de Parral y Francisco de la Cueva quien reclama la paternidad del asentamiento de lo que hoy es nuestro municipio.
Son casi 4000 visitantes los que durante viernes y sábado se dieron cita en el viejo panteón de Dolores, sitio en el que están atrapadas fascinantes historias de los muertos que solo por hoy gozaran de cabal salud y quienes durante casi una hora cautivan las emociones de los vivos.
Es la escenificación que rememora a los seres cuyos cadáveres fueron depositados en este camposanto y también la de algunos otros que aunque domiciliaron su última morada en otro sitio, igual comparten la muerte y sus andanzas en Parral.
Con la caminata nocturna se van abriendo las distintas dimensiones del tiempo, ¡todo en un mismo espacio! Platicar con los muertos es retar a la tentación de penetrar en los terrenos de la eternidad, alentar en cada palmo la perene obsesión de los vivos por los que ya no están.
Liliana Valdez explica que la selección de los personajes se hizo en algunos casos por ser los más conocidos; Francisco Villa, Pedro Alvarado, Agustín Barbachano, Pedro T. Gomes, Manuel Chao. Las profesiones también fueron factor y por eso se encuentran Doctores, Sacerdotes, Militares, Amas de Casa, Empresarios, Mineros o bien por la arquitectura de sus lapidas, las más bella u originales.
Es ahí donde inicia el primer reto de Liliana quien junto con Martin Márquez y Laura Reveles integran el grupo Valor arte A.C.
Si por uno instante, la vida o la muerte, le concediera la oportunidad de hablar con los que ya se fueron, como si todo siguiera igual, ¿Qué haría? ¿Aceptará la oportunidad de abrir una ventana en el tiempo para observar y contextualizar hechos históricos a través de escenas y diálogos de los personajes que en el presente tienen asignada una etiqueta de héroes o villanos?
Quizá después de vivir esa mortuoria experiencia cambiaría su opinión y porque no, algunos personajes hasta recuperaran el honor perdido a manos de desalmados historiadores y cronistas o bien, otros, serian defenestrados y expulsados del pedestal que la historia inmerecidamente les ha construido.
“Bienvenidos esta noche, conoced las grandes historias de esta tierra que llamó a mi corazón. Sin importar la distancia mi alma ha recorrido cientos de kilómetros hoy para visitar este pueblo al que di nombre y vida. En realidad Uno no está donde el cuerpo, sino en el lugar donde decides impregnar tu espíritu”
La charla introductoria viene de otra dimensión, del infra mundo y da luz a lo que está por acontecer en el único recorrido que da la oportunidad de ¡platicar con los muertos!
Esta práctica teatral nació en Paris, en los años posteriores al invento de la fotografía y se basaba en las gráficas tomadas a los difuntos. A nivel local el panteón municipal de Dolores, el más antiguo de la ciudad, es el elegido para la práctica cultural de día de muertos, en un digno reconocimiento a su amplio acervo mortuorio y arquitectónico. Durante los dos últimos siglos ha recibido en descanso eterno a los hijos de este y otros municipios, de todos los estados del país y de muchas naciones del mundo.
La gama de culturas concentradas aquí quedaron inscritas para la posteridad, labradas en mármol, cantera o cemento. También hay las inscritas en tinta sobre una cruz de madera o de metal, da igual, el epitafio suele ser la síntesis del ciclo terrenal.
Pepe García esa noche de estreno, ha tenido una de las jornadas más extenuantes del año, pero sabe que así es esto, tiene la experiencia de los anteriores. Debe caracterizar con la magia de la pintura y el maquillaje los rostros de los actores, son 66 los que están llamados a escena.
Los intérpretes son personas de la comunidad que ese día hicieron algo diferente, otros más están integrados en grupos de teatro como el Manuel Baca Ronquillo y del Onírico, todos hacen su aportación.
La ironía juega en la necrópolis; en terrenos de muertos, ¡es donde se engendra y da vida a la naciente tradición oral de Platicando con los muertos! está llamado a ser parte del patrimonio intangible de esta ciudad.
La pandemia ha restringido las estaciones, los “esketch” fueron 30, pero otros años rebasan la media centena. Un esfuerzo no solo de los actores, atrás de ellos hay otro grupo de apoyo, 33 voluntarios que se distribuyen las tareas de iluminar, maquillar, guías y un largo etcétera que ponen en interacción sincrónica a las casi 100 personas que hacen posible que la expresión cultural de la muerte se convierta en arte.
La fecha elegida es el viernes posterior al día de muertos. El grupo de “médiums” están listos para la histriónica invocación del espíritu que luego se encarnara en cada uno de ellos para representar a quienes alguna vez fueron la comunidad de Parral. De los que en su paso dejaron huella en el recuerdo y escribieron las páginas de la historia de donde, esa noche se extrae la gran savia literaria que luego se hace guion y este será ese elixir que revitalizara sus andanzas.
La recreación de las escenas post mortem están inspiradas en historias de vida, en hechos que marcaron a la comunidad y que hoy son el pretexto que justifica y da sentido al dialogo que por congruente evoca de forma natural a la reflexión del espectador que para entonces habrá iniciado el debate moral entre la realidad y el mito.
Son las siete de la tarde y la larga fila de visitantes al panteón de Dolores es inusual. El recorrido fúnebre está por iniciar. Las rejas del camposanto tienen ese color de luto que en la penumbra se acentúa aún más. Al interior un grupo de espontáneos camposanteros provistos de viejas lámparas de aceite, invitan al viaje terrenal por el mas allá.
El andar es guiado por miembros de la comunidad; maestros, funcionarios públicos, empresarios, gente del arte, todos voluntariosos colaboradores del proyecto fundado por Liliana Valdez.
La caminata es lenta, cadencioso, como la vida misma, cualquier recoveco ofrece la invitación a perderse en la oscuridad, aunque siempre habrá la posibilidad de enmendar, regresar a la vera marcada con los cientos de veladoras colocadas en ambos lados del camino, representando las almas de familia y amigos que siempre serán la senda de luz para la existencia.
La creadora de este proyecto cultural no escatima en recursos, imaginación ni familia, su esposo hace las veces de coordinador de acceso a los visitantes. Le apuesta todo a la aventura de rescatar en el presente, el acervo histórico cultural del glorioso pasado y lo hace a sabiendas que siempre contara con la ayuda del mas allá.
En el sinuoso recorrido de la vida y la muerte, no hay límites de edad, creencia, género o condición social. ¡Un par de niñas graciosas salen al paso de los visitantes, desinhibidas juegan y dialogan! El estatus no marca la diferencia, igual, pese a los extremos de las clases sociales ambas fueron felices. La fosa es tan amplia que tiene lugar por igual para la opulencia y la pobreza. ¡No hay nada más democrático en esta vida que la muerte!
Cuando el hombre rico fallece, al igual que al pobre, se le llora, pero con el primero, los deudos tienen la certeza de que con su muerte su vida estará asegurada. La intriga y la felicidad de la madre de la viuda muestran el crudo rostro de la existencia, la conveniencia es moneda de curso y la resignación es proporcional al caudal de los bienes heredados.
La familia Borja es de este tipo, hay una estación especial para ellos, reciben a los paseantes desde el pie de la columna rojiza, la más grande de la necrópolis. Los integrantes de ese clan marcan las clases sociales, se percibe en sus vestimentas y diálogos, recuerdan al espectador el shakesperiano dilema del ser o no ser inscrito en el soliloquio “Hamlet”, aunque es seguro que aquí esa decisión no la hayan tenido que asumir, su economía quedo resuelta desde el nacimiento.
En el otro extremo de la cadena económica de nuestra estructura social están los saqueadores de tumbas, cuando se sabe que la muerte es lo único seguro que hay en la vida, ¡se vive de ella! En su permanente actividad profanadora buscan los tesoros que los difuntos no se pueden llevar ¡el muerto al pozo y el vivo al gozo! Así son las historia panteoneras. Saben que cuando les toque rendir tributo a la madre tierra, otros harán lo mismo con ellos en una recurrente reproducción del afán cotidiano por la sobrevivencia.
Pero si alguien sabe de eso es Simón el enterrador, azota el camino con una pala metálica, su función es la antípoda de la partera. Paciente nos espera a todos, está ahí, en el repositorio de los siempre fallidos intentos del médico por perpetuar la vida.
El final será igual, terminaremos acostados y arropados en la tierra del viejo camposanto local. Las diferencias afloraran en la epidermis terrenal donde se coloca la losa que recubre los despojos adornados con un pomposo epitafio.
Para la conversión al polvo no corre prisa, hay una eternidad para el retorno de los restos mortales a su barro original del mismo que un día surgieron con un fugaz instante de vida y desde entonces languidece en la espera de que se extinga su luminosidad.
Los villistas que fueron masacrados en el lecho del rio se cuentan por cientos, ellos están en el otro extremo del ovalo del recorrido mortuorio. Las balas están en su cuerpo, a flor de labios brota el picaresco albur que se encierra en la frase del dialogo. Repentinamente se aparece alguien que parece viene del más allá, ¡sorprende por la reta guardia a los distraídos visitantes! La voz aguardentosa subida de tono congela la sangre, se hiela por un momento mimetizándose con la temperatura ambiente, el quieto aire entumece los dedos y en una caricia fría de suavidad penetrante toca las mejillas de los mortales para recordarles que ¡están vivos, aun sienten y ya pueden liberar el aliento retenido!
La emoción avanza, unos pasos más adelante se divisa en la penumbra a una mujer ataviada con hábitos, aparece de entre las tumbas, es una monja, desde lejos se ve su sombra, conforme se acerca, se escuchan más claras sus palabras, en ella se representa la síntesis de una vida entregada al creador, es el paréntesis de la fe, el mismo que comparte con el sacerdote Mariano Balderrama que espera unos metros más adelante para entrar a escena envuelto en un halo de luz arengado entre cantos y plegarias.
En asentamientos mineros, las tragedias emergen de las entrañas de la tierra, de estas se cuentan por decenas en diferentes tiempos y momentos. Los que sobreviven al fatigoso trabajo pueden dar testimonio, aunque su tiempo no suele extenderse mucho. El trabajo es rudo y la mina con sus codiciados polvos de mineral atrapa y penetra en la existencia de quien busca esas riquezas, la obsesión termina por consumirlos lentamente, es la maldición de la tierra que cae en sus allanadores.
En la herencia fundacional de San José del Parral, la codicia sentó sus reales y atrajo con ese interés lo mismo a nacionales y extranjeros, algunos de ellos aventureros convertidos en exitosos empresarios con amplia influencia política, social y económica en la vida local, tan efímera como su existencia.
Sus avatares relatan la importancia del aquí y ahora. Los diálogos se tasan en inversiones, negocios, ganancias, proyectos, opulencia. Igual terminan en la insalvable estación de la muerte. Hevia, Gorostiza y Ywondky, tienen orígenes distintos pero tuvieron un par de grandes coincidencias, Parral y el camposanto.
Su destino final no fue diferente al del humilde inmigrante chino, traídos a esta región como mano de obra barata en las diferentes tareas de expansión, dejaron constancia de sus tradiciones, algunas incomprensibles para el hombre occidental hasta nuestros días.
Los movimientos sociales de diferentes épocas se encierran en las historias de Pedro T Gómez, Guillermo Baca Ronquillo, Miguel Trillo y el mismísimo general Francisco Villa, en su paso por la vida dejaron la huella que la pátina del tiempo no ha podido desdibujar, se les recuerda y algunos de ellos, hasta confiesan que ahora, desde el más allá, en el otro mundo, ¡conceden uno que otro milagro!
La luz se aprecia, marca la transición de la penumbra al alumbramiento del saber, es también el final del recorrido, el tiempo habrá de sepultar estos diálogos durante un año y seguramente transcurrido este, estaremos nuevamente ¡platicando con los muertos!